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jueves, 7 de noviembre de 2013

Artículo: la Cultura

Réquiem por los sueños


AURORA SALVO AMORES- La Cultura representa la esencia de un pueblo, de una ciudad, de sus calles impregnadas de música, arte y, sobre todo, de sueños. Los mismos sueños a los que cantaba Luis Eduardo Aute: el cine. ¿Te imaginas una vida sin sueños? Estaría vacía, carente de ilusión. Viviríamos sin vivir. Los días pasarían sin pena ni gloria, como si se tratara de un paisaje visto desde un tren a toda velocidad, donde se puede ver, pero no tocar, ni sentir. Esos sueños ni siquiera se convertirían en pesadillas, sino que ninguna noche estaría custodiada por la mirada de la luna o las estrellas, solo nos encontraríamos la oscuridad.

Desde hace algún tiempo, el arte está siendo maltratado y pisoteado. No puede avanzar y ni siquiera se estanca, sino que retrocede. Ese cine que nos hizo volar sin movernos ha cerrado sus puertas, tal vez para siempre. Esas exposiciones que nos transportaban a otros mundos no encuentran billete de ida. Las salas donde tantos artistas callejeros han logrado emocionar, ahora se han convertido en autómatas fríos y sin voz. Ni siquiera pueden mostrar su arte en la calle, ya que ésta se ha quedado sin luz. Algunos de los teatros que nos hacían vibrar se han parado en seco, víctimas de una cruel e injusta agonía.

El futuro que nos espera no es nada alentador. El corazón de aquellos que sentían pasión por la cultura se fue parando poco a poco hasta latir de forma inerte. Las emocionadas lágrimas de antaño se congelaron en un rostro cada vez más blanco, el sol se había apagado. Las risas se enlataron como si de una cutre serie de televisión se tratara. El público ya no aplaude, el telón ha caído con un ruido sordo que nadie parece querer escuchar.

¿De verdad alguien cree que es bueno mantener a la población en una fría y pasiva urna de cristal? Esos seres fríos se quedarán tan congelados que no solo no sentirán las sensaciones agradables, sino tampoco las malas, por lo que el dolor inexistente hará que no haya amenaza alguna que les pueda frenar. Esa apatía derrocará a los causantes de ella, a través de métodos aún no conocidos más propios de seres mitológicos, de ciencia ficción dirigidos por su propia desesperanza. Sin embargo, no habrá nadie que diga “corten”, la película hace tiempo que terminó sin empezar, no la dejaron. Aquellos que lo impidieron se arrepentirán de haber puesto trabas a esta maravillosa parte de identidad nacional. Tarde o temprano, verán derrumbarse las barreras que construyeron en un lamento unánime que se traducirá en la pérdida de toda autoridad. Para ese entonces nadie llorará su tragedia.

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