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domingo, 8 de junio de 2014

Crítica: obra "La Cavernícola"

Tal como somos


PAULA OLVERA – Desde abril, en el Pequeño Teatro Gran Vía se representa uno de los monólogos más divertidos de toda la cartelera teatral de la capital. “La Cavernícola” llega dispuesta a hacernos pasar un buen rato, pero, sobre todo, a explicarnos en un tono cómico las diferencias entre hombres y mujeres. La maestra de ceremonias, Yolanda Ramos, se enfrenta a la difícil, pero no imposible, tarea de dar respuesta al fenómeno teatral “El Cavernícola”, protagonizado por Nancho Novo, cambiando de mirada y ahondando en la psicología femenina y la visión que ésta tiene de algunos aspectos del sexo opuesto. Un irreverente espectáculo que no dejará indiferente.  


Hasta el próximo 29 de junio se podrá asistir a las funciones de “La Cavernícola” en el Pequeño Teatro Gran Vía que está ubicado en la céntrica calle madrileña que lleva su nombre. No hay que dejarse engañar por el nombre de este espacio teatral, ya que éste acoge en cartel varias obras como “Maldito Naranjito” con Iñaki Urrutia, o “Los pijos también lloran” con Fernando Candela y Ana Rujas. De los productores de “El Cavernícola” llega esta fabulosa comedia protagonizada por la actriz Yolanda Ramos que trae a las tablas el texto de Emma Peirson y Vanessa Frost. El guión original, “Defendiendo a la Cavernícola” ha sido llevado a los escenarios de una buena parte del mundo desde Sudáfrica a Alemania. Esta gran aceptación internacional es la mejor prueba de que al público le encanta reírse de sí mismo y si ya es de la persona con la que se comparte cama, mejor que mejor. Así, la primera visión que se llevó a la cartelera fue la masculina, “Defendiendo al Cavernícola” de Rob Becker, un éxito de Broadway cuya versión española, “El Cavernícola“, protagonizado por Nancho Novo, ha dejado el listón muy alto a Yolanda Ramos. En esta ocasión, un personaje femenino es el encargado de dar respuesta al que ha sido todo un fenómeno en la cartelera de la capital. Una réplica muy guerrera en la que ambos sexos se pueden ver reflejados.

Yolanda Ramos hace suyo el texto original, y para nada el papel le viene grande. A pesar de los nervios propios de todo artista, se nota que es una actriz que tiene muchas tablas. Todos la recordarán por su paso por “Homo Zapping”, del que hace un guiño en el monólogo, o también por “El club del chiste”, aunque estos no son los únicos espacios en los que la protagonista de “La Cavernícola” ha mostrado sus dotes interpretativas. Así, ha trabajado bajo las órdenes del cineasta manchego Pedro Almodóvar en “Volver” y también con Santiago Segura, haciendo un “cameo” en su película “Torrente 4: Lethal Crisis”. A esta extensa trayectoria hay que sumarle la capacidad que tiene la actriz para presentar ante el público cuestiones tan profundas para la humanidad como las que conforman el contenido del monólogo. Esta capacidad de la actriz ya se ha podido observar en otras ocasiones, sobre todo en su etapa de presentadora en “El Intermedio” en el año 2006 o también en sus colaboraciones en 2009 en el programa “Saturday Night Live”. De alguna forma, Yolanda no ha querido despegarse de esta faceta de presentadora y por eso, en la actualidad compagina su labor en “La Cavernícola” con su aparición en el programa de Telecinco “Hable con ellas”.

“La Cavernícola” es una apuesta teatral muy dinámica. En ella el tiempo se pasa enseguida, de hecho, durante la hora y media que dura la función, el público permanece en sus asientos entre carcajadas olvidándose de mirar el reloj. Unas butacas con la medida exacta para que los asistentes se relajen y solo se preocupen  de disfrutar. El continuo juego de luces es uno de los ingredientes que hace que aquellos que vayan a ver la obra se sumerjan sin anestesia en esta irreverente manera de apreciar la diferencia, o quizá no tanta, entre los dos sexos. Con esta técnica, la protagonista puede ver a quién se enfrenta, así como la disposición de los asistentes a dejarse llevar hasta las profundidades del humor. Durante la representación, hay varios momentos en los que resulta necesaria la interacción con el público, aunque en su justa medida, los más vergonzosos que quieran ir a verla no tienen nada que temer.


Realmente, se trata de un cara a cara entre Yolanda Ramos y el público, solo aparece un celestial personaje durante algunos minutos como punto de apoyo, el mismo que pudimos ver en "La Llamada", pero que pronto cede todo el protagonismo a la maestra de ceremonias. Ésta con una gran naturalidad y desparpajo va introduciendo a los espectadores en su historia, en su punto de vista, consiguiendo una conexión entre ambos que se mantiene firme y sin vacilar durante toda la función e incluso hasta más tarde, cuando recuerden en sus casas los puntos más álgidos y divertidos del espectáculo.

“La Cavernícola”, desde la perspectiva de una mujer moderna, deja patente las diferencias existentes entre hombres y mujeres. Este monólogo se distancia bastante del típico que solemos encontrar en la cartelera, no busca la risa fácil de los espectadores, aunque sí que recurre a ciertos tópicos. En algunas partes de su espectáculo, se aprecian guiños a monólogos de “El Club de la Comedia” que muchos recordamos y que nos agrada encontrar, ya que éste ha sido y es una referencia para muchos espectadores que de la mano de estos cómicos descubrieron algunas de las mejores acepciones de la palabra humor.

Esta versión hace un repaso por las manías que todos los hombres tienen, desmontando los estereotipos y mitos creados alrededor de la figura de la mujer. Está adaptada a esa España cañí con la que, aunque nos empeñemos en negarlo, convivimos día a día. Se trata de una parte muy importante de nuestra cultura, aunque quizá pueda parecer poco correcta, nunca está de más reírnos de nosotros mismos y conseguir quitarle hierro a cierta visión que tenemos del polo opuesto. Si se enterrase esta forma de ser tan característica, algunos de esos tópicos tan ciertos, no sería lo mismo. El placer de criticar desde la ironía y el respeto, por supuesto, no existiría, de la misma forma que muchas de las imágenes más divertidas que se nos vienen a la cabeza, aquellas que tantas veces se han visto en televisión e incluso en nuestro propio entorno familiar. Con cada una de las frases del guión la protagonista se va ganando la confianza y el cariño del público. La empatía juega en su favor, el que más y el que menos ha vivido alguna de esas situaciones e incluso ha reflexionado sobre ellas.

Por tanto, el leitmotiv de esta obra sigue jugando un papel fundamental en cuanto a las relaciones interpersonales de nuestra sociedad se refiere. Parte del éxito de “La Cavernícola” se debe precisamente a la introducción de temas que nunca mueren, que siempre permanecen vivos a pesar del paso de los años. No obstante, ante este tipo de espectáculos cabe preguntarnos, ¿qué pasaría si dejáramos de ver “la paja en el ojo ajeno”? Al fin y al cabo, hombres y mujeres somos diferentes, pero todos recorremos el mismo camino y nos acaban moviendo las mismas inquietudes. Todos buscamos girar en torno a una pareja con la que compartir nuestros días, aunque ésta a veces nos pueda sacar de quicio. Es conveniente acudir a ver las dos versiones de la obra para apreciar que, aunque cada uno en su puesto, lo que dicen tiene una gran parte de verdad, esa que hace que nos incorporemos en los asientos para reírnos con ganas. Puede que algo tan abstracto e inexplicable como la atracción por el polo opuesto continúe siempre como uno de los grandes temas de la humanidad, ya que las diferencias existentes entre los hombres y las mujeres han sido, son y serán siempre universales.

La protagonista utiliza un tono peculiar, desenfadado, divertido y ciertamente provocativo para exponer sus teorías acerca del sexo opuesto. El monólogo es apto para todos públicos, aunque no se trata de una función adecuada para los más pequeños como ya se puede suponer. El lenguaje utilizado es realmente directo y sencillo con una clara intención de explicar sin tapujos qué se esconde tras los roles sexuales. La actriz se convierte en la maestra de la ironía e intenta de forma ingeniosa que todo el público se acabe riendo de sí mismo y sobre todo, que se sienta identificado. En las butacas contiguas se podía escuchar la aceptación de alguno de los asistentes que confirmaban aquellas situaciones y actitudes que se estaban destapando en todo su esplendor sobre las tablas.

Como se ha comentado el éxito de “El Cavernícola” fue rotundo, acaparando el Teatro Fígaro Adolfo Marsillach durante más de cinco temporadas y por tanto, se espera que su réplica femenina obtenga el mismo reconocimiento, batallando siempre con los estereotipos de la vida en pareja. E incluso yendo más allá de ésta, en el entorno familiar, de las amistades o simplemente paseando por la calle. Fijándote un poco, esa intimidad de la que creemos gozar muchas veces no existe, es un espejismo, se muestra en las costumbres o en la forma de tratar al otro.

Sin duda, la obra plantea la necesidad de una mayor comunicación entre mujeres y hombres, los cuales, deberían plantearse como reto un mayor entendimiento con el sexo opuesto. Unos y otros deberían de aprender de este tipo de monólogos para expresarse mutuamente. Si es en tono de humor haciendo mención a la obra, mejor. Todas aquellas pequeñas o grandes críticas constructivas que no son más que un complemento añadido de un todo que para qué nos vamos a engañar, nos gusta. El hecho de apreciar estos matices sobre el escenario contribuye a relativizar aspectos de la vida diaria a los que si no les agregáramos esos toques de humor probablemente nos podrían llegar a quemar. Sin embargo, lo más seguro es que tras presenciar la obra, cuando los espectadores se vean envueltos en este tipo de situaciones recordarán el espectáculo y no podrán evitar que se escape una sonrisilla divertida. Y recordarán que, a pesar de que las críticas están servidas, su vida no sería igual sin que les saquen un poquito de quicio. Para ver el mundo y las relaciones desde una perspectiva mucho más desenfadada no dudéis en acudir a ver a esta cavernícola de nuestro tiempo. 

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